BREVES COMENTARIOS SOBRE LA ADICCIÓN A DROGAS Y ALCOHOL
Por Fernando A. García - Buenos Aires, 10 de abril de 2010 - Post original aquí
Charla en relación a la militancia por el cambio social y el trabajo de cambio personal.
Local Rebelión Humanista (La Comunidad para el desarrollo humano), Buenos Aires, 10 de abril de 2010.
La adicción a drogas (1) y alcohol (2) es una de las formas de violencia física, psicológica y moral con las que se manifiesta el sistema violento y deshumanizante. Esta es incompatible con la militancia por el cambio social.
Las drogas y alcohol son “armas de guerra” que emplea el sistema deshumanizante para mantenerse vigente. La adicción a las drogas y el alcohol es parte integral de la violencia que genera este sistema.
Por una parte el sistema alimenta expectativas de consumo que sólo pueden ser satisfechas por unos pocos, y luego ofrece a la droga o al alcohol como una fuga para mitigar el sufrimiento que genera la frustración de las expectativas no satisfechas. Y la fuga ocasional termina siendo estilo de vida permanente para muchos y suicidio para otros.
Si no es por la vía del consumo compulsivo, el sistema deshumanizante desactiva así químicamente el impulso contestatario de las generaciones más jóvenes. La dialéctica generacional de rebelión y cambio se desvía hacia un camino estéril. ¡¿Qué rebelión generacional podría surgir y desarrollarse con militantes cuyo tiempo transcurre entre los efectos de la droga y la búsqueda de la próxima dosis?!
El sistema deshumanizante lleva a cabo un genocidio generacional para conservarse y perpetuarse. Resulta paradójico que a veces incluso se asocie la adicción a las drogas y al alcohol con una rebelión al mundo de lo establecido, cuando precisamente sirven a sus intereses. Resulta paradójico que se asocie el alcohol al éxito, a la popularidad, a la diversión, a la amistad, al buen sexo y la calidad de vida. Resulta paradójico, y también sospechoso.
Y todo lo dicho no se contradice con la represión del uso de drogas o alcohol, ya que el sistema deshumanizante se mueve esquizofrénicamente en ambos frentes, como dos caras de una misma moneda. Por ello es que el debate entre liberalización o prohibición no afronta la raíz del problema que está en la violencia intrínseca del sistema.
La militancia por el cambio social mediante la no violencia activa requiere una mente lúcida, exige las mejores condiciones psicofísicas para llevarla a cabo con fuerza y permanencia.
Es sabida la estrecha relación que existe entre drogas, armas, criminalidad y guerra. También la que existe entre drogas, alcohol, salud y enfermedad. (3) (4) No es compatible quererse en un mundo más libre y más humano, y asociar esto a la adicción a las drogas y el alcohol. No es compatible imaginar la nación humana universal y luchar por ella con la no violencia activa mientras nuestra conciencia está tomada por las ingobernables correntadas de estímulos generados por la droga y el alcohol. Por otra parte, no es coherente denunciar al sistema mientras si es cómplice activo del mismo. Este último es un argumento ético, que no debemos confundir con una simple moralina convencional.
***
También en el contexto de nuestros trabajos de desarrollo personal, la adicción a las drogas y al alcohol es muy perjudicial y se desaconseja vivamente. Algunos confunden esto y lo asimilan erróneamente a los preceptos morales basados en la autoridad, la tradición o las costumbres sociales imperantes. Pero en este contexto no se trata de una cuestión moral, sino práctica. Hay un fundamento práctico que hace incompatibles los trabajos de desarrollo personal con la adicción a sustancias que modifican fuertemente la química cerebral o que deterioran la base somática sobre las que se asientan las operaciones de conciencia.
Nuestros trabajos de desarrollo personal apuntan a la superación del sufrimiento, a descubrir y reforzar el sentido de nuestras vidas, a lograr la certeza de experiencia con respecto a temas tales como la muerte y la trascendencia, al sentido de lo existente, etc. Dichos trabajos pueden ser muy exigentes, y requerir las mejores condiciones psicofísicas para llevarlos a cabo y asumir las consecuencias vitales de sus resultados. Las condiciones psicológicas no están disociadas de la base física, sino que se influyen mutuamente. Las drogas y el alcohol no sólo modifican fuertemente esa base física, sino que a menudo la deterioran de manera más o menos irreversible.
Por otra parte, la acción de tales sustancias escapa al control del adicto, ya que no se puede controlar la modificación de la química cerebral que ocasionan, ni tampoco controlar las operaciones mentales y emotivas que desencadenan. Inversamente, nuestros trabajos de desarrollo personal se basan en la intencionalidad de la conciencia y en su ampliación.
La conciencia pierde reversibilidad, y la relación con los medios interno y externo se complica al perder intencionalidad, crítica y autocrítica, y libertad de opción. Los fuertes impulsos provenientes del intracuerpo, movidos por la química, determinan el nivel de trabajo de la conciencia y su estructuración.
Pero aparte de considerar estas consecuencias, cabe señalar las condiciones psicológicas en que surge y se desarrolla la adicción. El sufrimiento y el sinsentido constituyen la condición en que se apela a las drogas y al alcohol, y en que crecen como adicción. El vacío existencial busca ser llenado con sentidos provisorios, con falsos sentidos y falsas puertas de salida. En ese estado interno hay gran confusión, y la libertad de elección es muy reducida.
La dependencia de las drogas y el alcohol surge y se desarrolla en un contexto psicológico de “fuga ante conflicto de situación”. No son un medio para acometer y superar los conflictos (como corresponde a nuestros trabajos), sino para huir de ellos, para tomar “distancia” de ellos. El contexto personal no es de fuerza interna, sino de disminución de la misma, de repliegue frente a la vida.
El hecho de que a algunas drogas se las denomine “recreativas” no las exime de lo dicho. El decir que algunas no causan dependencia física o psicológica es un argumento engañoso, ya que la dependencia no se basa exclusivamente en la composición química de la droga, sino también en la predisposición a usarlas como vía de fuga, como falsa salida de los conflictos no resueltos.
Al orientar nuestra vida en base a un sentido profundo, intentamos ir hilvanando acciones coherentes con nosotros mismos y con los demás. En este contexto, el placer físico es un factor contingente que puede o no acompañar a las acciones coherentes, a las acciones válidas, a la unidad interna. Pero en quien la droga y el alcohol crecen como dependencia, el placer se va convirtiendo en el patrón para aceptar o rechazar opciones, en una vía decreciente que lleva a un mayor sufrimiento y sinsentido.
No estaría demás examinar también los aspectos médicos, las estadísticas sobre este tema, y sus consecuencias individuales y sociales.
***
En definitiva, la incompatibilidad de la adicción a drogas y alcohol surge clara tanto en relación a los trabajos de desarrollo personal como a la militancia por el cambio social por la no violencia activa. La resistencia a abandonar el uso de drogas y alcohol mostrará el grado de adicción al que se está sometido. Obviamente, un compromiso superficial con nuestros temas no exige mayor renuncia (5). Cada cual, según sus intereses vitales y la importancia que a ellos asigne, decidirá qué elegir. Y de esa manera construirá su futuro.
NOTAS A PIE DE PÁGINA
1. En general y sin mayor distinción, son las drogas psicotrópicas (psicoactivas), estupefacientes, de síntesis, de diseño, analgésicos narcóticos, alucinógenos, psicoestimulantes, antidepresivos, anfetaminas, psiquedélicos, opiáceos, volátiles, etc. La dependencia puede ser física y/o psicológica. Cabe también distinguir el tipo y grado de acción, ya que si bien el tabaco, la cafeína, la mateína y la teína son en rigor psicoestimulantes, no poseen los efectos psicológicos y sociales que nos ocupan en estas notas. Por último, nos interesa aquí particularmente el consumo que no está vinculado a un tratamiento terapéutico ocasional y limitado en su duración.
2. El alcohol es una droga psicoactiva (depresor), pero se lo cita separadamente para su mejor reconocimiento, ya que su venta legal y consumo masivo disfrazan su carácter como tal.
3. Aquí no faltan quienes equiparan la dependencia de la droga y el alcohol con el consumo de tabaco o cafeína. En el contexto de estas notas, el normal consumo de tabaco o café (mate o té) no supone un impedimento serio para la militancia social o el cambio personal. El consumo de tabaco o cafeína no reviste la misma gravedad que la dependencia de droga y alcohol. bajo ninguno de los aspectos que consideramos en estas notas.
4. Por otra parte, si extremáramos el punto de vista con respecto a la violencia de nuestras acciones, nada quedaría exento de ella: “2. Hasta tanto el ser humano no realice plenamente una sociedad humana, es decir, una sociedad en la que el poder esté en el todo social y no en una parte de él (sometiendo y objetivando al conjunto), la violencia será el signo bajo el cual se realice toda actividad social.” El Paisaje Humano. IX. La Violencia. Humanizar la Tierra. Obras Completas Volumen I. Silo.
5. Quien practica un deporte a nivel de competición, sabe que la adicción a droga y alcohol es un impedimento serio. Es un hecho práctico. La militancia por el cambio social y el trabajo de cambio personal, si son emprendidos con un cierto grado de compromiso y profundidad, también excluyen de hecho la adicción a la droga y el alcohol por motivos prácticos de tipo psicológico y físico.
Por Fernando A. García - Buenos Aires, 10 de abril de 2010 - Post original aquí
Charla en relación a la militancia por el cambio social y el trabajo de cambio personal.
Local Rebelión Humanista (La Comunidad para el desarrollo humano), Buenos Aires, 10 de abril de 2010.
La adicción a drogas (1) y alcohol (2) es una de las formas de violencia física, psicológica y moral con las que se manifiesta el sistema violento y deshumanizante. Esta es incompatible con la militancia por el cambio social.
Las drogas y alcohol son “armas de guerra” que emplea el sistema deshumanizante para mantenerse vigente. La adicción a las drogas y el alcohol es parte integral de la violencia que genera este sistema.
Por una parte el sistema alimenta expectativas de consumo que sólo pueden ser satisfechas por unos pocos, y luego ofrece a la droga o al alcohol como una fuga para mitigar el sufrimiento que genera la frustración de las expectativas no satisfechas. Y la fuga ocasional termina siendo estilo de vida permanente para muchos y suicidio para otros.
Si no es por la vía del consumo compulsivo, el sistema deshumanizante desactiva así químicamente el impulso contestatario de las generaciones más jóvenes. La dialéctica generacional de rebelión y cambio se desvía hacia un camino estéril. ¡¿Qué rebelión generacional podría surgir y desarrollarse con militantes cuyo tiempo transcurre entre los efectos de la droga y la búsqueda de la próxima dosis?!
El sistema deshumanizante lleva a cabo un genocidio generacional para conservarse y perpetuarse. Resulta paradójico que a veces incluso se asocie la adicción a las drogas y al alcohol con una rebelión al mundo de lo establecido, cuando precisamente sirven a sus intereses. Resulta paradójico que se asocie el alcohol al éxito, a la popularidad, a la diversión, a la amistad, al buen sexo y la calidad de vida. Resulta paradójico, y también sospechoso.
Y todo lo dicho no se contradice con la represión del uso de drogas o alcohol, ya que el sistema deshumanizante se mueve esquizofrénicamente en ambos frentes, como dos caras de una misma moneda. Por ello es que el debate entre liberalización o prohibición no afronta la raíz del problema que está en la violencia intrínseca del sistema.
La militancia por el cambio social mediante la no violencia activa requiere una mente lúcida, exige las mejores condiciones psicofísicas para llevarla a cabo con fuerza y permanencia.
Es sabida la estrecha relación que existe entre drogas, armas, criminalidad y guerra. También la que existe entre drogas, alcohol, salud y enfermedad. (3) (4) No es compatible quererse en un mundo más libre y más humano, y asociar esto a la adicción a las drogas y el alcohol. No es compatible imaginar la nación humana universal y luchar por ella con la no violencia activa mientras nuestra conciencia está tomada por las ingobernables correntadas de estímulos generados por la droga y el alcohol. Por otra parte, no es coherente denunciar al sistema mientras si es cómplice activo del mismo. Este último es un argumento ético, que no debemos confundir con una simple moralina convencional.
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También en el contexto de nuestros trabajos de desarrollo personal, la adicción a las drogas y al alcohol es muy perjudicial y se desaconseja vivamente. Algunos confunden esto y lo asimilan erróneamente a los preceptos morales basados en la autoridad, la tradición o las costumbres sociales imperantes. Pero en este contexto no se trata de una cuestión moral, sino práctica. Hay un fundamento práctico que hace incompatibles los trabajos de desarrollo personal con la adicción a sustancias que modifican fuertemente la química cerebral o que deterioran la base somática sobre las que se asientan las operaciones de conciencia.
Nuestros trabajos de desarrollo personal apuntan a la superación del sufrimiento, a descubrir y reforzar el sentido de nuestras vidas, a lograr la certeza de experiencia con respecto a temas tales como la muerte y la trascendencia, al sentido de lo existente, etc. Dichos trabajos pueden ser muy exigentes, y requerir las mejores condiciones psicofísicas para llevarlos a cabo y asumir las consecuencias vitales de sus resultados. Las condiciones psicológicas no están disociadas de la base física, sino que se influyen mutuamente. Las drogas y el alcohol no sólo modifican fuertemente esa base física, sino que a menudo la deterioran de manera más o menos irreversible.
Por otra parte, la acción de tales sustancias escapa al control del adicto, ya que no se puede controlar la modificación de la química cerebral que ocasionan, ni tampoco controlar las operaciones mentales y emotivas que desencadenan. Inversamente, nuestros trabajos de desarrollo personal se basan en la intencionalidad de la conciencia y en su ampliación.
La conciencia pierde reversibilidad, y la relación con los medios interno y externo se complica al perder intencionalidad, crítica y autocrítica, y libertad de opción. Los fuertes impulsos provenientes del intracuerpo, movidos por la química, determinan el nivel de trabajo de la conciencia y su estructuración.
Pero aparte de considerar estas consecuencias, cabe señalar las condiciones psicológicas en que surge y se desarrolla la adicción. El sufrimiento y el sinsentido constituyen la condición en que se apela a las drogas y al alcohol, y en que crecen como adicción. El vacío existencial busca ser llenado con sentidos provisorios, con falsos sentidos y falsas puertas de salida. En ese estado interno hay gran confusión, y la libertad de elección es muy reducida.
La dependencia de las drogas y el alcohol surge y se desarrolla en un contexto psicológico de “fuga ante conflicto de situación”. No son un medio para acometer y superar los conflictos (como corresponde a nuestros trabajos), sino para huir de ellos, para tomar “distancia” de ellos. El contexto personal no es de fuerza interna, sino de disminución de la misma, de repliegue frente a la vida.
El hecho de que a algunas drogas se las denomine “recreativas” no las exime de lo dicho. El decir que algunas no causan dependencia física o psicológica es un argumento engañoso, ya que la dependencia no se basa exclusivamente en la composición química de la droga, sino también en la predisposición a usarlas como vía de fuga, como falsa salida de los conflictos no resueltos.
Al orientar nuestra vida en base a un sentido profundo, intentamos ir hilvanando acciones coherentes con nosotros mismos y con los demás. En este contexto, el placer físico es un factor contingente que puede o no acompañar a las acciones coherentes, a las acciones válidas, a la unidad interna. Pero en quien la droga y el alcohol crecen como dependencia, el placer se va convirtiendo en el patrón para aceptar o rechazar opciones, en una vía decreciente que lleva a un mayor sufrimiento y sinsentido.
No estaría demás examinar también los aspectos médicos, las estadísticas sobre este tema, y sus consecuencias individuales y sociales.
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En definitiva, la incompatibilidad de la adicción a drogas y alcohol surge clara tanto en relación a los trabajos de desarrollo personal como a la militancia por el cambio social por la no violencia activa. La resistencia a abandonar el uso de drogas y alcohol mostrará el grado de adicción al que se está sometido. Obviamente, un compromiso superficial con nuestros temas no exige mayor renuncia (5). Cada cual, según sus intereses vitales y la importancia que a ellos asigne, decidirá qué elegir. Y de esa manera construirá su futuro.
NOTAS A PIE DE PÁGINA
1. En general y sin mayor distinción, son las drogas psicotrópicas (psicoactivas), estupefacientes, de síntesis, de diseño, analgésicos narcóticos, alucinógenos, psicoestimulantes, antidepresivos, anfetaminas, psiquedélicos, opiáceos, volátiles, etc. La dependencia puede ser física y/o psicológica. Cabe también distinguir el tipo y grado de acción, ya que si bien el tabaco, la cafeína, la mateína y la teína son en rigor psicoestimulantes, no poseen los efectos psicológicos y sociales que nos ocupan en estas notas. Por último, nos interesa aquí particularmente el consumo que no está vinculado a un tratamiento terapéutico ocasional y limitado en su duración.
2. El alcohol es una droga psicoactiva (depresor), pero se lo cita separadamente para su mejor reconocimiento, ya que su venta legal y consumo masivo disfrazan su carácter como tal.
3. Aquí no faltan quienes equiparan la dependencia de la droga y el alcohol con el consumo de tabaco o cafeína. En el contexto de estas notas, el normal consumo de tabaco o café (mate o té) no supone un impedimento serio para la militancia social o el cambio personal. El consumo de tabaco o cafeína no reviste la misma gravedad que la dependencia de droga y alcohol. bajo ninguno de los aspectos que consideramos en estas notas.
4. Por otra parte, si extremáramos el punto de vista con respecto a la violencia de nuestras acciones, nada quedaría exento de ella: “2. Hasta tanto el ser humano no realice plenamente una sociedad humana, es decir, una sociedad en la que el poder esté en el todo social y no en una parte de él (sometiendo y objetivando al conjunto), la violencia será el signo bajo el cual se realice toda actividad social.” El Paisaje Humano. IX. La Violencia. Humanizar la Tierra. Obras Completas Volumen I. Silo.
5. Quien practica un deporte a nivel de competición, sabe que la adicción a droga y alcohol es un impedimento serio. Es un hecho práctico. La militancia por el cambio social y el trabajo de cambio personal, si son emprendidos con un cierto grado de compromiso y profundidad, también excluyen de hecho la adicción a la droga y el alcohol por motivos prácticos de tipo psicológico y físico.
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