Meditación para la Alegría

Estoy caminando por una calle concurrida. Veo los rostros de la gente: algunos apagados, otros crispados, y otros con el ceño fruncido.
De repente, diviso a alguien que camina con una sonrisa en sus ojos. Su paso es liviano y danzarín.
Me pongo frente a ella, y le pregunto por qué esa alegría.
Ella me responde: hoy fui testigo de lo mejor de lo humano, y también fui protagonista.
Le pido que me dé mas detalles, y esbozando una brillante sonrisa, me pide que la acompañe.
Me toma de la mano, y me lleva ante un hombre que sale de un edificio gris.
Sus manos son toscas, pero puedo ver que lleva algo con mucho cuidado entre ellas.
Trabaja todos los días aquí. No le gusta, pero no encuentra otra salida. Sin embargo, todos los días guarda el postre que le da la empresa, y se la lleva a su hijo, que lo espera con mucha alegría.
Le digo que no entiendo bien. Entonces me lleva hacia un antiguo edificio. Allí me muestra un bajorrelieve, y me dice que fue hecho en el año 1600 por un artesano. Observo la dedicación y la prolijidad puesta en ese trabajo, que han llegado hasta hoy.
Creo que empiezo a entender, y salgo a la calle. Freno a alguien con la mirada apagada, y le digo: ¿Tenés tiempo para un paseo?
Mientras lo llevo a ver lo maravilloso de lo humano, veo que mi amiga se pierde entre la gente, y una suave alegría empieza a invadirme.
5/ABR/2008
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